Una de las claves más importantes que he adquirido al aprender del Tantra, el Budismo y el Tao es que no hay cosas que sean buenas o malas en sí mismas, sino que es una cuestión de consciencia.
La consciencia es la capacidad de comprender el sentido y las implicaciones de las cosas. Una persona con poca consciencia tiene una visión muy reducida del mundo y tiende a moverse por deseos simples y básicos, como los niños. Pero una persona consciente puede ver las consecuencias de los deseos y las acciones. Y también entiende que en el fondo todo está conectado, lo que afecta a otras personas y otros seres también le acaba afectando a una. Esto hace que el egoísmo no exactamente desaparece, sino que se ensancha. Si yo quiero estar bien es necesario que las otras personas también lo estén; si me rodea gente que sufre, yo no puedo realmente ser feliz. Y esto produce una transformación radical en mis acciones.
Pongamos por ejemplo la violencia. El pacifismo tiende a pensar que la violencia está mal por sí misma. Sin embargo, es algo que forma parte de nuestra naturaleza y tiene su momento. Por ejemplo, a veces ocurre que hay que defender nuestro espacio que está siendo invadido, y puede ser que cierta cantidad de violencia sea la única forma de conseguirlo. Puede ser que nuestra falta de consciencia sea precisamente la causa de que nos hayamos puesto en esa situación, pero una vez allí, si no hay otras vías, pues esa es la que hay que seguir.
Pero si somos suficientemente conscientes, sólo usaremos la violencia que haga falta para salir del paso lo mejor posible, y no sentiremos la necesidad de ensañarnos o de dejarnos llevar por la venganza, porque sabremos perfectamente a dónde nos conduce eso. Y menos aún iniciaremos una agresión para invadir a otras personas.
Otra cosa es que las personas con una consciencia realmente muy alta descubran que cada vez tienen menos cosas que necesiten defender, porque van dejando atrás el apego y se van dejando fluir, volviéndose cada vez más invulnerables a las agresiones. Hay gente que es capaz hasta de afrontar su muerte con naturalidad, aunque eso es algo que yo no puedo entender porque no tengo ese nivel, ni sé si llegaré ahí alguna vez o si tiene sentido. Pero sí puedo entender el desapego a niveles no tan extremos.
Todo esto es muy difícil de codificar en normas escritas. Por eso yo desconfío de entrada de catecismos y códigos de conducta. Entiendo que una sociedad con poca consciencia necesita muchas reglas e incluso figuras de autoridad, y como mucho puede aspirar a optimizar esos mecanismos mediante debates abiertos y sistemas de contrapesos, que eviten la acumulación de poder. Pero la auténtica revolución sólo se puede dar cuando la sociedad madure y aumente su nivel. Cuando las personas entiendan el sentido de una norma y no sólo su literalidad. Cuando nos comportemos bien no por miedo al castigo sino por comprender las consecuencias de lo que hacemos. Cuando el conocimiento se propague de forma natural por convencimiento y no por imposición.
Claro, y ¿cómo se llega ahí si aún no estamos en ello? Pues como decía, supongo que hay que empezar por mejorar las normas y códigos que tenemos, y al mismo tiempo hacer cosas para irnos empoderando, de forma individual y colectiva. No creo que haya una bala de plata que lo arregle todo de una vez, sino más bien una espiral de acciones en paralelo que poco a poco nos vayan elevando, como en un círculo virtuoso.
1 Comentarios
"Un hombre bueno no necesita reglas. Hoy no es un buen día para averiguar por qué yo tengo tantas."
—Doctor Who, "A Good Man Goes To War"