Hay una clasificación que siempre me ha parecido muy ilustrativa, sin dejar de ser muy sencilla. La enunció un señor italiano con el sonoro nombre de Carlo María de la Cipolla (no penséis mal... el apellido significa "cebolla". Bueno, tampoco es que suene mucho más digno XD).
La idea parte de que los actos de una persona le pueden beneficiar o perjudicar a sí misma, y también a los demás. Con estas dos variables se monta el siguiente cuadro:
beneficio propio | perjuicio propio | |
beneficio a los demás | inteligente | "pardillo" |
---|---|---|
perjuicio a los demás | malvado | estúpido |
Esta clasificación en cuatro casos en vez de dos, permite algunas reflexiones muy interesantes:
- El concepto de malo o malvado sigue existiendo. Pero ahora está mejor especificado: ¿quién es una mala persona? quien no duda en machacar a los demás para conseguir su propio beneficio.
- En cambio, el bueno como tal no está. En su lugar está el "inteligente". Esta es la auténtica buena persona, a quien todos deberíamos intentar tender: la que consigue beneficiar a todo el mundo. La palabra inteligente hace hincapié en que ser bueno no es fácil. No es sólo cuestión de actitud y de voluntad, también hace falta la capacidad de saber encontrar la solución óptima, aquella que produce el mayor beneficio posible para todos.
- Luego está otro personaje que también se suele considerar buena gente, aquel que se sacrifica por los demás. Sin embargo, yo no estoy tan de acuerdo. Yo no creo en el amor que consiste en renunciar a la propio bienestar, a la felicidad, a la vida, para darse al prójimo. Quien no es capaz de quererse a sí mismo, ¿cómo va a querer a los demás? Este punto se puede desarrollar mucho más, porque creo que es un tema importante.
- Y finalmente hay alguien más: el estúpido. Aquel que la lía tanto que perjudica a todo el mundo y ni siquiera saca nada bueno para sí mismo.
Si os fijáis, esta clasificación enfatiza la idea de que lo más importante no es al actitud, sino la inteligencia. Cuando uno tiene la mente tan clara que es capaz de entender las consecuencias de las acciones y averiguar cuáles son óptimas, no cuesta tanto elegir las mejores. Los malvados (inteligentes que se aprovechan de los demás) no son tan abundantes, al fin y al cabo la mayoría de las personas tenemos algo de empatía y conciencia, y no nos resulta cómodo saber que nuestro bienestar se apoya en la infelicidad de otros.
En cambio, las personas dominadas por la ignorancia, el fanatismo, la desidia o el miedo, por buenas que sean sus intenciones, lo habitual es que acaben tomando decisiones estúpidas que lo estropean todo. Y desgraciadamente, me temo que esto es lo que más abunda. Por eso creo que la mayor parte del daño de este mundo no está causado por los malvados, sino por los estúpidos.
En cambio, las personas dominadas por la ignorancia, el fanatismo, la desidia o el miedo, por buenas que sean sus intenciones, lo habitual es que acaben tomando decisiones estúpidas que lo estropean todo. Y desgraciadamente, me temo que esto es lo que más abunda. Por eso creo que la mayor parte del daño de este mundo no está causado por los malvados, sino por los estúpidos.
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