Prosigamos. Para exponer mis conclusiones, voy a usar la vía de exponer otros dos puntos de vista que opinan sobre el mismo tema, pero con una óptica distinta.
ESCEPTICISMO (mal entendido)
He visto a muchos que se autodenominan escépticos, racionalistas o ateos, y que ante experiencias como las descritas en mi anterior post, se apresuran a emitir una ristra de insultos tales como "estupidez", "tontería", "engaño" y otros por el estilo, para a continuación lamentarse de cómo la credulidad sigue avanzando en este mundo y preguntarse cuándo nos libraremos por fin de religiones, espiritualidades y demás sandeces.
Considero que una parte de razón sí tienen, puesto que tontería hay mucha, y la credulidad puede hacernos caer en engaños y errores. Sin embargo, cuando la actitud escéptica se lleva al extremo es fácil caer en la cerrazón, y creo que muchas personas están perdiendose la oportunidad de aprender cuestiones extremadamente importantes acerca, no del Universo ni de Dios, sino de nosotros mismos. Véase la cita de Carl Sagan que incluí en este post.
CIENCIA (bien entendida)
¿Qué pasa si observamos las experiencias citadas desde un enfoque racionalista y científico? Hasta ahora, la mayoría de abordamientos de este tipo que he visto, pretenden evaluar la "realidad" no de la experiencia en sí, sino de lo percibido. Es decir: si yo, con mis ojos, "veo" una flor ahí delante de mí, puedo deducir que efectivamente, ahí hay una flor. Del mismo modo, si yo en una oración, "siento" que Jesucristo me habla, puedo intentar sostener que realmente existe un ser, más o menos inmaterial e intangible, pero con entidad propia, y que tiene el poder de comunicarse de forma "mágica" conmigo y que además tiene tanta sabiduría que conoce las respuestas a las preguntas más importantes.
Sin embargo, yo creo que este enfoque ha fracasado, a pesar de los siglos que algunos llevan intentándo demostrarlo (en los libros de Marina explica muy bien el fascinante intento de la Iglesia Católica por intentar demostrar la Fe mediante la Razón, pero sin acabar de llegar nunca a un destino sólido). Sin embargo, las experiencias espirituales siguen ocurriendo. Yo mismo las continúo sintiendo y sé que las tengo, a pesar de que me considero un escéptico. ¿Cómo enfocar esto, pues?
Yo creo que la clave está en salir de la Física y entrar en la Psicología.
El hecho de que yo vea una flor, me puede decir algo sobre la flor, pero también me puede hablar mucho sobre el propio hecho de "ver", que es algo que ocurre dentro de mi cerebro, independientemente de que además haya rayos de fotones que impacten sobre mi retina estimulando sus células perceptivas. De hecho, los neurólogos modernos han descubierto que las estructuras cerebrales que se activan cuando imaginamos ver una flor son las mismas que cuando la vemos realmente. La única diferencia es que en el primer caso no se activan los circuitos del primer nivel perceptivo.
¿Qué ocurre, pues, si analizamos las experiencias espirituales con una mente científica pero abierta y sin prejuicios, y teniendo en cuenta lo que acabo de decir? Conozco poca gente que haya dado este enfoque que propongo aquí, pero algo sí que he visto por ahí y tengo ganas de ir leyendo más sobre ello.
¿Cuáles son los hechos?
Tenemos a un grupo de personas que afirman ser capaces de comunicarse de una manera no explicada, y recibir respuestas de un emisor que no se identifica con nada material ni atraviesa los circuitos conscientes. Unos hablan de un "él" externo; otros se refieren a su propio "yo", pero expandido, como en otra dimensión o nivel; otros nos describen un "ello", un mundo material que se expresa espiritualmente. Sin embargo, en todos los casos hay la sensación de recibir mensajes sabios y que llenan de paz. ¿De donde vienen estos mensajes?
En mis escritos anteriores he elaborado la hipótesis de que nuestro cerebro contiene estructuras capaces de procesar información y generar respuestas fuera de los cauces de la razón. Estas estructuras son emocionales, sentimentales, o también las podríamos llamar espirituales. Pues lo que yo creo es que son esas estructuras, esa parte de nosotros que es tan potente y al mismo tiempo tan desconocida porque actúa en su mayor parte fuera de la consciencia, quien nos "habla".
Es decir, Dios o el Gran Espíritu está dentro de nuestra cabeza. El Ser que me habla soy yo mismo, simplemente es una parte de mi propio cerebro que no controlo conscientemente pero está ahí.
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