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Comecocos 3/3b: y concluyendo

(el que entre a este blog por aquí, que vaya dos posts más abajo y empiece a leer por ahí, en orden cronológico, que van tres posts seguidos).

Prosigo.

Las emociones son el producto de unos extraordinarios circuitos cerebrales, que tienen la cualidad de dar respuestas rápidas incluso en ausencia de datos suficientes. Estas respuestas no son cognitivas, sino totalmente prácticas, orientadas a la acción, la supervivencia y la felicidad. La parte emocional del cerebro no necesita analizar con detalle esa forma que se aproxima entre sombras para calcular si es un amigo o un animal salvaje que me quiere comer. Analiza frenéticamente la situación, y en décimas de segundo desencadena un intenso miedo que me hace salir corriendo. Le da igual la especie, tamaño y morfología del atacante, o si tiene lunares rojos en el lomo. Su objetivo es hacerme sobrevivir, y hacerlo rápido.

Durante siglos se pensó que estos circuitos eran caóticos e inexplicables. Pero hoy se sabe perfectamente que siguen unas reglas tan coherentes y organizadas como las de la lógica. Y que funcionan construyendo esquemas basándose en el ensayo y error. Si una respuesta produce un resultado de mayor supervivencia y felicidad, el esquema que la generó queda reforzado, y viceversa. Esto ocurre tanto a nivel de especie (generando instintos) como de una persona (generando los esquemas de la personalidad individual).

Volvamos a la fe. ¿Cuál es mi tesis, pues?

Que la fe, ¡es una emoción!

Una persona vive y va experimentando todas las situaciones vitales.
Su mente va creando teorías y modelos para intentar ir entendiendo lo que le rodea.
Al mismo tiempo, su "corazón" (es decir, todos esos circuitos cerebrales que generan emociones, las cuales se perciben a menudo como sensaciones en el pecho y en las tripas) va procesando esas mismas experiencias, con otros mecanismos.
En un momento dado, una historia determinada produce una sensación muy fuerte, encaja con todos los esquemas previos de esa persona, produce unas ganas tremendas de configurar la propia vida alrededor de esa idea, y genera gran satisfacción cuando se hace así.
Lo que ha ocurrido es que sus circuitos emocionales han procesado esas teorías y esas experiencias usando sus propias reglas de inferencia, que ya digo que son distintas de las de la lógica formal, pero se pueden comprender, y ha generado una conclusión. Que, en el caso de estos circuitos, toma forma de una emoción.

Lo cual me hace llegar a una primera conclusión importante:

- La fe es, en efecto, irracional. Pero ello no significa que sea una locura ni una estupidez. Es un conocimiento tan auténtico como el obtenido a través de la observación y el razonamiento, y tiene un significado y una utilidad muy importantes.

Pero ahora surge otra pregunta: aquello que me dice la fe, ¿es real, pues?

La respuesta a esa pregunta es que la pregunta carece de sentido. Como decía más arriba, las respuestas emocionales no son cognitivas: son prácticas y orientadas a vivir mejor. A la emoción que me hace huir ante una sombra que se acerca por la noche le da igual si de verdad es agresiva o no. Lo importante es que se ha demostrado mediante un proceso de selección natural (o sea, una especie de métododo científico automático), que los individuos que salen corriendo tienden a sobrevivir más que los que se quedan a preguntar (estoy simplificando mucho, claro). Volviendo al caso de la fe, parece claro que las personas que son capaces de crear un modelo sólido de la realidad, incluso sin tener datos suficientes que lo demuestren, tienden a vivir mejor que los que constantemente dudan y no están seguros de nada.

Luego lo importante de una creencia no es si es real, sino si me hace sentirme mejor.

Aquí es pertinente hablar de los libros de Marina que también he comentado alguna vez, "Dictamen sobre Dios" y "Por qué soy cristiano". La argumentación es diferente, pero la conclusión es similar a la que estoy llegando aquí. Que la religión tiene dos vertientes: la gnostica y la ética. Y que la gnóstica, es decir, la de pretender explicar como *son* las cosas (a la que el Cristianismo ha dado y sigue dando probablemente más énfasis), es errónea. El motivo fundamental es que esa "Verdad" que proporciona la fe es necesariamente subjetiva. Lo que puede la fe es producir evidencias profundas a personas individuales, y estas evidencias son difíciles de discutir para el que las siente así. Pero diferentes personas tienen distintos esquemas emocionales (que tienen una parte racial pero otra creada por la experiencia individual), que conducen a una experiencia única para cada uno. Ninguna fe ha podido hasta ahora por sí misma dar una respuesta universal, válida tanto aquí como en la China o en la galaxia de Andrómeda. Para buscar ese tipo de respuestas es necesario acudir a la observación, al diálogo, a mecanismos que reducen el elemento subjetivo, etc. Es decir, a la ciencia.

En cambio, tenemos la vertiente de la ética, que, bien entendida, es el arte de encontrar una sociedad feliz. Y la felicidad es esencialmente subjetiva. Pero se puede, y se debe, encontrar modelos sociales que ayuden a los individuos a buscar y encontrar su felicidad. Y aquí es donde la religión puede aportar mitos, tradiciones, experiencias, rituales y otros muchos elementos que pueden *inspirar* emociones y modos de vida más felices. Y su validez no depende de si lo contado en el mito ocurrió tal cual, sino de si es capaz de inspirar buenos modelos de vida.

Por poner un ejemplo, yo opino que la Iglesia se equivoca si pretende sostener que el mundo fue creado hace 6.547 años, que Moisés bajó del monte con la Ley escrita en una piedra, o que el matrimonio *debe* de ser de tal manera porque lo ha dicho Dios. En cambio, hace bien en proponer un modelo de familia que cuenta con el respaldo de una larga tradición, de incontables experiencias humanas e incluso de "sentido común" (como diría Chesterton). Incluso está bien que opine, si lo cree así, que ese modelo es el que mejor favorece la convivencia y la cría de los hijos. Ahora bien, eso hay que demostrarlo. Si al ponerlo en práctica, se comprueba que produce también infelicidad, habrá que reajustarlo. Y si, por otro lado, se encuentran otros modelos que también producen familias felices, habrá que ampliar las miras, como por ejemplo la propuesta de Osho basada en comunas, en El Libro del Hombre.

A modo de resumen, diré que el clásico enfrentamiento entre ciencia y religión, que lleva ya bullendo desde hace varios siglos, está basado en un error: el de que la religión se mete en un campo de batalla que no le corresponde, el de lo Real, que es mucho mejor abordado por la ciencia. El área en el que la religión encaja como un guante no es otro que el Arte. No un arte puramente estético o de placer. Un Arte práctico, activo, comprometido, creador. Que no se limita a contemplar el mundo y jugar a buscar nuevas interpretaciones, sino que pretende cambiar al mundo, cambiar al Ser Humano. No en vano la Religión ha encontrado siempre en el Arte (el Arte Sacro) su mejor modo de expresión.

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